domingo, 27 de diciembre de 2009

Pastel de Locura, Brebaje de Amor. En otro mundo.


Una nueva mirada se estacionó en mis ojos, cuando acordamos nuestra lejanía. Es poco tiempo, pero el segundero se mueve cada tanto...

Qué extraño es sentirte no a mi lado. Con tantos colores que te rodean. Un ambiente que me gustaría vivir contigo. O que tú no lo vivas sin mí.

Talvez nos subimos a una montaña rusa y damos un par de vueltas.

Si llegamos al salón de espejos sabemos lo que nos espera: una cruda visión de lo que podríamos ser tú y yo en tantas partes. Tan tristes y tan felices. Mejor casémonos en uno de los cisnes de la laguna y el túnel en el que nos espera el reloj del conejo, obsesionado con el tiempo. Tálvez debería tomar alguna pastilla, le recomiendo la mitad de un Alprasolam para que pueda dormir bien con Mariana en la pequeña casa de dulces.

En esta feria sólo quiero salir contigo entre mis brazos después de jugar tantos juegos en los que las recompensas nunca importan.

Quiero regresar para besar los caramelos de manzana que pusieron en unas cuencas a las cuales llamas ojos. Y créeme que no sólo miraré las gomitas que juegas de labios. Sólo quiero probar una vez más para que sea mi último recuerdo antes de morir en la altura de un nuevo paisaje que te dedicaré como si sólo fueses mío, y mío te hagas realidad.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Amor, hemos decidido amar en un mundo en el que el amor es un viaje a la luna sin retorno. Enamorémonos y llenemos de paisajes nuestras vidas.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

"Ding"

(...) Y la costumbre también se parece al amor. Aunque en realidad es todo lo contrario.
La costumbre es el peor enemigo del hombre.
La costumbre es lo que hace que las personas se maten aunque mucha gente piense lo contrario. Esa la verdad.
Cuando uno se acostumbra demasiado a algo es como haberle quitado todo el brillo a un brillante de tanto sobarlo.
Es como "amar" el invierno y vivir bajo la nieve todo el año. No mientas, porque en ese momento, en realidad lo odias.
Cuando sucede algo que no es parte de la rutina es cómo darle un millón de drogas al cuerpo humano: sobredosis.
Si uno no se muere naturalmente, se convierte en suicidio.
Las personas nos creemos tan fueres, cuando en realidad somos demasiado frágiles. No soportamos un poco más, y mucho menos algo diferente. Me refiero, claro, cuando nos encontramos sumergidos en la rutina.
Por eso no hay que acostumbrarse a nada. Ni a las personas, ni a las "cosas" (como odio esa palabra: "cosa").
De alguna manera, creo que las personas terminan siendo más desechables que ciertas "cosas" de nuestras vidas. Qué terrible pensamiento. Pero esa es la verdad.
Yo se que no he vivido muchos años, pero creo que he vivido bastante mentalmente. No soy demasiado inteligente, ni creativa, y mentiría si dijera que soy muy observadora. Pero siento, de alguna manera, que sí he vivido mucho en mi cabeza. He vivido realidades y misterios creados por mí misma.
Así son las "cosas".

(...)
Hoy día regresé unos meses atrás.
Cuando el cielo era gris por veinticuatro horas. La lluvia no existía, ni el sol, y el ambiente abochorna mi cabeza cansada. Simplemente cansada.
Camino y no existo. Me siento sola, sin poder gritar en un mundo antioxigenado.
Estoy rodeada de extraños.
Todos miramos con ansias la gran pared que tenemos en frente. Sin caricias, gana el que termine de pintar su muro con el cono de helado de su sabor favorito.
Yo no pinto tu cara, porque hoy no existes.
Hoy estoy sola. Al lado del espejo de mi cuarto. En posición fetal. Paso sin mirarme, no quiero sentirme bonita frente a tu espejo.
Me duele, y hoy no existes.
Has desaparecido en un micro cercano. Con varias mentiras.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Y punto.

El verano se fue antes de que el invierno aparezca.
Tú no contabas con un principio.
El final se paró frente a nosotros
Yo no lo hacía con un final.
No digas que mientes, al hacerlo tu mentira se convierte en verdad.
Y si dices que mientes acerca de algo que ya dijiste, no lo puedo creer ahora, ya que esta vez estás mintiendo. Cuando dices mentira, no te creo.
No a mí.
La luna.
La luna está puesta en su lugar.
Y “ojalá” se convierte en la palabra más inerte que alguien haya mencionado.
Ojalá.
Ojalá no existe.
Ojalá entre a la universidad en abril.
Ojalá no existe
Tú eres ese ojalá.
¿No te has dado cuenta?
Violadores del verso dijeron una vez que al impaciente se le quita la miel del presente.
Nada es permanente nena. Nada merece más la pena que el instante, que tenemos delante.
Si acuchillamos a este ojalá, ¿nos quedamos viviendo en este infinito verano?

sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuando una mentira empieza a ser verdad…

Si mientes, no digas que lo haces. No se puede mentir y saber que se miente. Si todo el mundo sabe que mientes, entonces lo que dices deja de ser mentira, ya que todos saben que eso que dices tú, no es. Y si esa mentira que dices tiene solamente una opción contraria, se puede saber la verdad de lo que dices. Entonces, mejor no digas que mientes, porque te van a sacar toda la verdad. Mejor di que no mientes, cosa que es otra mentira, pero que tranquilizará a la gente que te escucha, por más que sepan que a veces sí mientes. De aquella manera, no sabrán cuándo lo haces y cuándo no. No digas que mientes, si luego, cuando te digo que sé la verdad, no quieres aceptar que la sé, porque no hay otro remedio para tus palabras mentirosas.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Lunática

Aquella fue la primera vez que sus ojos se posaron en mí. No quería mirarlo, sólo quería caminar y escapar de aquella encrucijada.

De su boca no salían serpientes como pensaría cualquiera que reconociera aquel olor a ácido veneno proveniente del norte. Salían arañas. Puntiagudas, peludas, negras, rojas, grandes y chicas. Arañas que taladraban el piso y me acorralaron haciéndome conocer el sudor frio del que habla mi mamá cuando piensa en tiburones.

Es un misterio verlo a los ojos. Es casi imposible decifrar aquellas palabras disfrazadas. Me confunde. No puedo leer alguna pista que despeje el camino en el que nos encontramos. Sólo me hace pensar que en esta escena él es el otro. Pero no mío. Sólo es un dibujo diluido.
Quisiera que existiera lluvia hoy, para derretirme y dejarme fluir por una grieta que nos transporta a otra parte. No contaminaríamos este mundo hecho de abono que los Dioses separaron para adornar este feo árbol de navidad.

Desaparecer es la mejor idea, pero es la única que no se pone en práctica en un momento como este. Pende un cuerpo tranquilo con ojos felinos de una fina cuerda que aquel ser humano, si es que lo es, intenta coger para atrapar junto con las arañas. Feas arañas. Las mataría. Si no me dieran miedo.

Talvez es un poco de locura mía. Puede que en sus ojos se reflejen agudas risas que se consumen en mis miedos haciéndome caer de la silla en la que estoy sentada. Puede que él sólo lo quiera para sí mismo. Quiere que camine por el mundo junto a él y tomen un poco de este mar de locura para vivir con una media sonrisa que se convierte en carcajadas. (En ese mundo no existe la chica que se sienta a su costado).

Lunática. No puedo separar ninguna realidad. Estoy dando vueltas entre la marea, entre agresivas olas que me llevan de arriba a abajo, o eso es, al menos, lo que creo. No encuentro el aire, el oxígeno del agua no es suficiente, es sofocante, es una pelea que no puedo ganar.

Uno nunca gana al enfrentarse al mar. Al salir de aquella revolcada sin sentido, la garganta arde en fuego, las piernas no responden a ningún reflejo. Solo existe dolor. Los ojos rasposos de arena, de sal muriática no quieren vivir. Uno nunca gana al enfrentarse al mar. Quisieran regresar a la muerte que significaba bailar en el agua, porque el dolor de ahora es real, y cuando respiras duele cada parte que dentro del mar no sabías que existían.

Lunática.

Te está mirando y trae consigo herramientas del pasado, para que intentes meterte a esta cueva de la que no hay salida.

Odio cómo me mira. Odio más cómo lo mira a él. Su risa lo contagia. Yo no sé qué piensa, él. Me gustaría saberlo. Pero eso no ocurre. Y cuando termina este frio encuentro (de una vez por todas), el hombre con el que camino no es el mismo.

Ha cambiado en algo. No es más alto, ni mas delgado. Ha cambiado algo en él. Sus ojos no son mis ojos. No me mira. Me mira y me convierto en una sombra trasparente que no existe, que se disolvió en el mar. ¿Será de nuevo él, o yo seré una lunática?

De esta pileta se derramaron muchos poemas tristes. Cuántos años le repiten que debe de dejar de hacerlo de esa manera. Es díficil. ¿Imposible? No puede dejar de hacerlo si es aquel, el único líquido con el que la llenan.


miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ardo

No es posible que tenga tantas ganas de llorar. Mis lágrimas no se despiden de mis ojos, pero mis manos pueden escribir algunas palabras sin sentido.
En mi pecho golpea una voz que quiere gritar, que patea y rasguña el corazón ensangrentado. Mis manos buscan nerviosas cómo parar aquel dolor que se produce. Arrancan la tela que cubre mi piel. La arañan, la rompen, la quitan del camino. La sangre brota. Pedazos de carne caen al suelo. Me duele. Cómo duele...
Me duele el camino en el que me encuentro ahora. Claramente no es una buena idea destrozar el pecho en el que habita tal dolor, pero ya es muy tarde. Tenemos que llegar al principio de tu problema.
Llego a tocar este corazón adolorido. Arde. Golpea y agita todo mi cuerpo lleno de lágrimas carmesí. Mis brazos paran de maniobrar, sólo quiero abrazarme para mantener todo adentro, aunque en realidad quiero sacarlo todo. Me duele. Y tú estás cerca del Sol que quema, que intenta no dejarme a salvo, que me incendia.
Muerte súbita.
Mi corazón yace en aquellas manos sin vida, que apagaron al Sol con el que vivían. Mi corazón en llamas, llora por sí sólo, y me duele. Yo muerta, tu vivo, yo lloro. Mi corazón va despacio, y cae amarrado de los pies en una ciudad desconocida.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Tuya.

Tú, Yo y París

Caminamos por las calles de París. Son las dos de la mañana, no hay gente. El ruido se intenta esconder dentro de diferentes locales en los que la gente no piensa en más que la rubia que tiene al frente.
El humo viaja de mesa en mesa, y nadie se da cuenta de nuestros pasos haciendo salpicar charcos de gasolina filtrada por el cielo. La lluvia nos cae en la cara, el viento nos acaricia. Mi pecho está helado, tal y como me gusta.
Tú tienes frío, por eso estamos juntos.
Tengo calor.

Cuando nieva por las calles de un pueblo alemán, dejo un camino de agua atrás mío. Por eso me sigues, cuando el aire caliente te arropa, te envuelve, y si seguimos dentro de esta vida loca, nos podremos reír hasta que la risa sea respirar.
Entonces paramos, y vivimos dormidos, en una hamaca, en la arena, con agua, con mar, con calor y hielos que se derriten sobre mí. Y tú ahí.
Seguimos caminando sin destino aparente, las calles están mojadas, el mundo, angurriento de olvido, choca en un descuido, en la prisa por llegar a la cama que se hunde para dejarnos nadar en aquel pudín de chocolate que no me gusta, pero por el que nadaría contigo hasta encontrar algo más que sólo una noche mojada.
Si encontramos un número incontable de noches y días en los que podamos vivir por París desnudos, caminando entre paredes rojas, parques solitarios, puentes y aquel bosque berlinesco será cuando encontremos el núcleo de este viaje, de esta vida que nos hace un poco más locos, un poco más enfermos, un poco más inteligentes, con vida, tú conmigo, y yo a tu lado.
Hasta que se termine el
p
u
d
í
n
.

martes, 1 de diciembre de 2009

La galleta que se quedó en el trípode. Ya la devolviste.

La luz está prendida. La letras se colan por la pantalla de la computadora, la última que toca mi vientre que se levanta por placer. Mis manos apartan el aparato. Se posan encima de la presión.
Uy. Se siente bien. Pero creo que ahí no está lo que buscamos. Una mano se lanza y no está segura qué hacer. Va al centro del asunto, y hace su trabajo, aunque no es en definitiva tan bueno como los expertos. Me toma un rato elegir el dedo correcto. Lo encuentro. Da algunos golpes y eso me hace cerrar los ojos envolviéndome en neblina espesa que me eriza la piel.
Es rico.
Definitivamente. Es bueno. Me gusta. Pero tengo que abrir los ojos para sersiorarme que sigo en este lugar. Talvez apago las luces. Se haría un poco más interesante. Regreso a lo que estaba, ya no parece que las condiciones están iguales, lamo todo lo posible para que suceda de una vez. Empiza de nuevo.
Es bueno.
Me gusta.
Toca afuera.
Aprieta.
Toca una cosa que me gusta.
Esta cerca a la salida.
Es bueno.
Definitivamente es bueno.
Sale de nuevo, la palma entera quiere hacerlo.
Lo hace.
Es mejor.
Rico.
Va más rápido.
Rápido.
Rápido.
Siento que todo se abre.
Se abre como algo que fuese a tragar todo lo que se encontrase en su camino para después dejarlo ir como haría Tormenta en un Huracán.
PPPPPPPJJJJJJJJJJ
No estoy segura si aquello hace el trabajo que escucho en mi cabeza. No se acerca al sonido de vacío que deja en definitiva.
Siento una humedad poco típica. Otra textura. Esto es bueno, y en este momento sólo lo tengo yo. Yo. En este mismo cuarto. Desde hace tanto tiempo despierta.
Exploto.
Mis ojos están sumamente cerrados. Los trato de abrir. Se cierran. Hago un sonido como cuando has estado todo un día parado y te duele la espalda y te sentaras en el sillón más cómodo del lugar: Aaah...! Algo se quedo ahí adentro. Otro gemido. Y luego una suceción algo larga de "a".
Mi mano va parando. Se desacelera. A mí se me escapa una sonrisa. Esta esconde una risa, un placer. La satisfacción de hacerlo conmigo misma.
Sigo riéndome.
Mi cuerpo está totalmente relajado, me siento, y quiero que estés aquí para comer galletas.