domingo, 27 de diciembre de 2009
Pastel de Locura, Brebaje de Amor. En otro mundo.
sábado, 26 de diciembre de 2009
miércoles, 23 de diciembre de 2009
"Ding"
La costumbre es el peor enemigo del hombre.
La costumbre es lo que hace que las personas se maten aunque mucha gente piense lo contrario. Esa la verdad.
Cuando uno se acostumbra demasiado a algo es como haberle quitado todo el brillo a un brillante de tanto sobarlo.
Es como "amar" el invierno y vivir bajo la nieve todo el año. No mientas, porque en ese momento, en realidad lo odias.
Cuando sucede algo que no es parte de la rutina es cómo darle un millón de drogas al cuerpo humano: sobredosis.
Si uno no se muere naturalmente, se convierte en suicidio.
Las personas nos creemos tan fueres, cuando en realidad somos demasiado frágiles. No soportamos un poco más, y mucho menos algo diferente. Me refiero, claro, cuando nos encontramos sumergidos en la rutina.
Por eso no hay que acostumbrarse a nada. Ni a las personas, ni a las "cosas" (como odio esa palabra: "cosa").
De alguna manera, creo que las personas terminan siendo más desechables que ciertas "cosas" de nuestras vidas. Qué terrible pensamiento. Pero esa es la verdad.
Así son las "cosas".
Cuando el cielo era gris por veinticuatro horas. La lluvia no existía, ni el sol, y el ambiente abochorna mi cabeza cansada. Simplemente cansada.
Camino y no existo. Me siento sola, sin poder gritar en un mundo antioxigenado.
Estoy rodeada de extraños.
Todos miramos con ansias la gran pared que tenemos en frente. Sin caricias, gana el que termine de pintar su muro con el cono de helado de su sabor favorito.
Yo no pinto tu cara, porque hoy no existes.
Hoy estoy sola. Al lado del espejo de mi cuarto. En posición fetal. Paso sin mirarme, no quiero sentirme bonita frente a tu espejo.
Me duele, y hoy no existes.
Has desaparecido en un micro cercano. Con varias mentiras.
domingo, 13 de diciembre de 2009
Y punto.
Tú no contabas con un principio.
El final se paró frente a nosotros
Yo no lo hacía con un final.
No digas que mientes, al hacerlo tu mentira se convierte en verdad.
Y si dices que mientes acerca de algo que ya dijiste, no lo puedo creer ahora, ya que esta vez estás mintiendo. Cuando dices mentira, no te creo.
No a mí.
La luna.
La luna está puesta en su lugar.
Y “ojalá” se convierte en la palabra más inerte que alguien haya mencionado.
Ojalá.
Ojalá no existe.
Ojalá entre a la universidad en abril.
Ojalá no existe
Tú eres ese ojalá.
¿No te has dado cuenta?
Violadores del verso dijeron una vez que al impaciente se le quita la miel del presente.
Nada es permanente nena. Nada merece más la pena que el instante, que tenemos delante.
Si acuchillamos a este ojalá, ¿nos quedamos viviendo en este infinito verano?
sábado, 12 de diciembre de 2009
Cuando una mentira empieza a ser verdad…
viernes, 11 de diciembre de 2009
Lunática
Desaparecer es la mejor idea, pero es la única que no se pone en práctica en un momento como este. Pende un cuerpo tranquilo con ojos felinos de una fina cuerda que aquel ser humano, si es que lo es, intenta coger para atrapar junto con las arañas. Feas arañas. Las mataría. Si no me dieran miedo.
Talvez es un poco de locura mía. Puede que en sus ojos se reflejen agudas risas que se consumen en mis miedos haciéndome caer de la silla en la que estoy sentada. Puede que él sólo lo quiera para sí mismo. Quiere que camine por el mundo junto a él y tomen un poco de este mar de locura para vivir con una media sonrisa que se convierte en carcajadas. (En ese mundo no existe la chica que se sienta a su costado).
Lunática. No puedo separar ninguna realidad. Estoy dando vueltas entre la marea, entre agresivas olas que me llevan de arriba a abajo, o eso es, al menos, lo que creo. No encuentro el aire, el oxígeno del agua no es suficiente, es sofocante, es una pelea que no puedo ganar.
Uno nunca gana al enfrentarse al mar. Al salir de aquella revolcada sin sentido, la garganta arde en fuego, las piernas no responden a ningún reflejo. Solo existe dolor. Los ojos rasposos de arena, de sal muriática no quieren vivir. Uno nunca gana al enfrentarse al mar. Quisieran regresar a la muerte que significaba bailar en el agua, porque el dolor de ahora es real, y cuando respiras duele cada parte que dentro del mar no sabías que existían.
Lunática.
Te está mirando y trae consigo herramientas del pasado, para que intentes meterte a esta cueva de la que no hay salida.
Odio cómo me mira. Odio más cómo lo mira a él. Su risa lo contagia. Yo no sé qué piensa, él. Me gustaría saberlo. Pero eso no ocurre. Y cuando termina este frio encuentro (de una vez por todas), el hombre con el que camino no es el mismo.
Ha cambiado en algo. No es más alto, ni mas delgado. Ha cambiado algo en él. Sus ojos no son mis ojos. No me mira. Me mira y me convierto en una sombra trasparente que no existe, que se disolvió en el mar. ¿Será de nuevo él, o yo seré una lunática?
De esta pileta se derramaron muchos poemas tristes. Cuántos años le repiten que debe de dejar de hacerlo de esa manera. Es díficil. ¿Imposible? No puede dejar de hacerlo si es aquel, el único líquido con el que la llenan.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Ardo
viernes, 4 de diciembre de 2009
Tú, Yo y París
El humo viaja de mesa en mesa, y nadie se da cuenta de nuestros pasos haciendo salpicar charcos de gasolina filtrada por el cielo. La lluvia nos cae en la cara, el viento nos acaricia. Mi pecho está helado, tal y como me gusta.
Tú tienes frío, por eso estamos juntos.
Tengo calor.
Entonces paramos, y vivimos dormidos, en una hamaca, en la arena, con agua, con mar, con calor y hielos que se derriten sobre mí. Y tú ahí.
Seguimos caminando sin destino aparente, las calles están mojadas, el mundo, angurriento de olvido, choca en un descuido, en la prisa por llegar a la cama que se hunde para dejarnos nadar en aquel pudín de chocolate que no me gusta, pero por el que nadaría contigo hasta encontrar algo más que sólo una noche mojada.
Si encontramos un número incontable de noches y días en los que podamos vivir por París desnudos, caminando entre paredes rojas, parques solitarios, puentes y aquel bosque berlinesco será cuando encontremos el núcleo de este viaje, de esta vida que nos hace un poco más locos, un poco más enfermos, un poco más inteligentes, con vida, tú conmigo, y yo a tu lado.
Hasta que se termine el
p
u
d
í
n
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