Por la avenida Javier Prado un espejo. Estoy yo sin zapatillas.
Más tarde el tiempo es eterno y unos ojos están rojos. Nos sentamos a pensar el deseo de hacer el amor.
Me mira a la cara el grito de Van Gogh. ¿Me besa o no me besa?
Labios de manjarblanco que se esparce por mi lengua. Se lesiona toda la boca, y tu lengua esta en mis pies, que acalambrados patinan por el balcón.
Yo empiezo y te beso, y como cada parte, me como el cielo con textura suave bajo tu ombligo. Niño, me gusta pintar el lamido de mis labios sentidos sabios, en tu cuerpo que casi segura se embraga con la misma fuerza, que mis calambres extremos.
Tus uvas, a lo lejos, me gritan que no pare, pero me intercambian placer como un trueque de instrumentos turcos.
Toca un poco todo, no acaba, y fue, y que es por un tiempo de locura ansiosa, intensa, y me excita durante cuatro años. Tu lengua sortea un par de venas por muñecas rotas que coges noche a noche entre mis piernas. Y me mojas.
Haciendo el amor y de la mano, en tu cuarto, en verde, el piso de ninguno, y un saludo peculiar avisó que el sexo sería nuestro si contábamos hasta diez en chino, o si intercambiábamos alguna palabra de una película romántica cuando el reloj se cayó por el caño.
Después de fumar el clítoris de la marihuana en una pipa verde que salió de tu nariz, acordamos atravesar el espejo del tiempo en el día en que te conocí.
Yo te espiaba desde niña, por ese hueco en la pared.
Ámbar el día en el que sacaste el cuatro de una mesa, y un sombrero de mago, que tú sabes a mi me queda mejor, escuchó entre mis piernas el sonido del mar, y un orgasmo azul me hizo volar en tu carro.